El diagnóstico de una enfermedad como la EM, supuestamente crónica y degenerativa, es un golpe duro, algo con lo que hay que aprender a vivir. Y aunque en el caso de France los síntomas no son muy visibles, hemos tenido que adaptarnos a la nueva realidad.
Quiero compartir un par de actitudes nuevas que he adquirido y que de vez en cuando logro poner en práctica. Estas pequeñas adaptaciones en lo cotidiano me ayudan a aceptar la realidad, a mejorar nuestra comunicación y a vivir un día a día más feliz.
He aprendido, por ejemplo, la importancia de respetar sus decisiones. Su cuerpo y el cuidado del mismo le pertenecen. Cierto, pero al principio para mi no fue tan evidente. Por pura supervivencia, me creí poseedora de la única verdad, yo sabía lo que era mejor para ella. Hoy sé que, sobretodo si me lo pide, yo puedo y debo opinar, pero una vez que ella ha tomado una decisión, por muy en contra que yo esté de la misma, lo único que puedo hacer es apoyarla y estar a su lado, sean cuales sean las consecuencias y los efectos secundarios.
Tampoco es fácil estar presente y escuchar. Me doy cuenta que mi negación de la realidad jugó un rol importante, sobretodo al principio. Cuando ella expresaba sus miedos e inquietudes, yo reaccionaba intentando calmarla, sin dejarle el espacio suficiente para hacer su propio proceso de duelo y aceptación. Hoy, cuando ella muestra su vulnerabilidad, intento simplemente abrazarla, escucharla, mirarla.
Así, hemos ido creando espacios de intimidad, donde podemos expresarnos mutuamente el miedo que sentimos, y compartir una emoción es siempre sanador.
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